sábado, 3 de diciembre de 2011

La Sinceridad



A pesar de que podemos sonar hirientes o corramos el riesgo de ser tachados, en un momento determinado como aves de mal agüero, es importante ser sincero; decir la verdad para bien o para mal. La mentira o la omisión de la verdad, puede generar una falsa paz; una paz hipócrita. Sólo basta tener tacto para decir esa verdad sin herir, o hiriendo lo menos posible. Colocarle unos toques de edulcorante a esa verdad la hará digerible.

Ahora bien, ¿Qué pasa si callamos? ¿Qué ocurre si por querer estar bien con todos omitimos la verdad? Guardamos silencio o peor aún, mentimos. Esto nos puede colocar en un estado de bienestar falso, ante las personas a quienes les mentimos. Pero una mentira lleva a otra y a otra, es decir; podemos caer en un círculo de mentiras que nos pueden colocar en serios aprietos.

Existe incluso el estado patológico de la mentira, que es la mitomanía. Nada más sano para nosotros y para quienes nos rodean que ser sincero, las personas sinceras son, excelentes consejeras. Si buscas un consejo, quieres que te lo dé alguien sincero ¿verdad?, no buscas a un embustero para que te dé el consejo.

Hay además el otro extremo, las personas que son en exceso sinceras, que te dicen desde que el peinado o la camisa no te quedan bien, estos pueden rayar en la impertinencia o en la falta de respeto. Así que el secreto es decir la verdad, pero saber decirla, como para todo en la vida, el equilibrio es el que marca la diferencia.

Recordemos al filósofo, político, orador y escritor romano Lucio Aneo Séneca, cuando expreso lo siguiente: “Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones”. Di la verdad sé sincero pero no olvides: Endúlzala.

Hasta una próxima entrega, para comentarios y sugerencias al correo electrónico emigdiocastillo@gmail.com, pueden seguirnos por el Twitter @EmigdioCA y leer nuestras reflexiones en emigdiocastillo.blogspot.com y recuerden que, como alimentamos nuestro cuerpo físico debemos alimentar nuestra alma, muchas gracias.