domingo, 9 de junio de 2013

¡Ah mundo Venezuela!



Mucho ha cambiado nuestra amada Venezuela en los últimos años, no es nuestra intención hacer una apología de la desgracia de nuestro país y nuestra gente, mejor aun queremos con estas líneas hacer un llamado de alerta a todas y cada una de las personas en las que recaiga algún tipo de conducción o guía de instituciones, organismos o personas: jefes, maestros o padres, vaya para ustedes esta crítica constructiva de nuestro contexto social, visto desde esta humilde perspectiva.
Quisiéramos empezar por resaltar el efecto negativo que el consumo excesivo de licores ejerce en nuestra sociedad, es posible detectar a muchos padres y madres de familia, para quienes es más importante suplir su cuota de alcohol etílico semanal que el sustento propio o de sus hijos, vivimos como quien dice en una especie de cultura etílica. Son las bebidas alcohólicas las grandes huéspedes de los hogares venezolanos.
De la misma forma, es importante entender que la cultura del “vivo criollo” se ha ido arraigando en la idiosincrasia de nuestros pobladores, anteriormente era divertido y hasta cómico ver a alguno de estos “vivos”, hacer de las suyas en alguna cola bancaria o con su vehículo en cualquiera de nuestras calles. Afirmábamos hasta con orgullo que los venezolanos eramos impuntuales, por mencionar otra de esas conductas no deseadas, y que eran ejercidas por algunos de nuestros coterráneos, pero que gracias a Dios, no eran la mayoría.
El panorama ha desmejorado un tanto, la cultura del “viva la pepa”, o del “borrachito feliz” ha ido tomando fuerza en nuestra gente, hasta el punto en que por desgracia, pudieran llegar a representar una mayoría. Representación mayoritaria de una venezolanidad, que no merecen las personas de bien. A esa mayoría poco o nada le importa quienes dirigen nuestro pueblo, pero si le “arriman algo al mingo”, son capaces de dar su voto,  pueden conformarse con unos pocos beneficios, que miran como grandes favores o bendiciones.
En esta Venezuela, no puedes olvidar tu bolso o tu cartera en algún sitio, so pena de no verlo nunca más, en esta patria desmejorada, la gente trabajadora debe vivir entre rejas, mientras los que roban andan libres, haciendo y deshaciendo, actúan esos maleantes muchas veces a sus anchas en las calles del país. Para llegar a tu hogar, lo recomendable es hacerlo en horas del día, ya que si llegas de noche, puedes perder no sólo tus pertenencias, sino también hasta la vida.
En la Venezuela que soñamos, podremos salir a disfrutar de la distracción y la cultura hasta la hora que queramos, como se hace en los países desarrollados, será posible que olvides tus pertenencias en un restaurant o un abasto y te los tengan guardados, esperando a que pases a retirarlos, incluyendo el dinero del que disponías al momento. En esa patria soñada, cada familia planificará sus gastos ajustándose a sus ingresos, la puntualidad será una de las principales características. 
Una de las características de esa Venezuela soñada será la seguridad personal, pero también la cordialidad. Serán la educación y el trabajo los pilares de la vida nacional, cada habitante de esta hermosa tierra, bendecida por Dios con una inmensa cantidad de recursos naturales, cumplirá cabalmente con sus responsabilidades, los ingresos petroleros se usarán para el bienestar de todos los ciudadanos por igual sin importar su ideología política. La democracia será ejercida en su máxima expresión.
Esa nueva patria no está lejos, mucho menos es una utopía, basta con que cada uno de los ciudadanos de esta hermosa tierra ponga su grano de arena, combatiendo la “matraca” o el “palanqueo”, hay que enseñarle a cada nuevo ciudadano el valor que tienen las bases de la moralidad, entre ellas la responsabilidad, el respeto y la honestidad. No hay crisis que no se supere, nuestras esperanzas están puestas en la gente. Confiamos en nuestros jóvenes. Y cuando esté vigente ese nuevo país, podremos decir con alegría: ¡Ah mundo Venezuela!

Emigdio Castillo Aponte