sábado, 9 de mayo de 2009

La Mano Izquierda

La Mano Izquierda

Con frecuencia escuchamos decir que alguna persona que ayuda a sus semejantes “tiene mucha mano izquierda”, ahondemos sobre este tema.
Normalmente las personas de carácter fuerte, con don de mando en cargos, situaciones de poder o que circunstancialmente están en un momento determinado en mejor posición que otra, deben constantemente aplicar este precepto que no es otra cosa que, para la mayoría de personas que somos diestros, (que usamos la mano derecha por naturaleza), tender la mano que tiene menos fuerza hacia los más débiles, entendemos que todos tenemos y siempre tendremos familiares, amigos, conocidos o desconocidos que en algún momento van a necesitar nuestra ayuda, ahora bien, ¿por qué la mano “débil”?
Usualmente las personas a las que debemos tender esta mano izquierda son personas a las que en algún momento de la vida nos pudieron haber hecho daño o que nos hayan negado alguna gracia o favor, así es la vida, una “tómbola”, he aquí el detalle.
Que difícil nos resulta perdonar, a gente que en el pasado nos hizo daño, a veces vivimos en un constante resentimiento con nuestros familiares, amigos o vecinos por algo que paso hace años, como la esposa que no perdona al esposo que la abandonó, y sus hijos en el medio, sufriendo, como los hijos que no perdonan a ese padre que se fue, gente siempre en el medio sufriendo. La lista podría ser interminable, el hermano que nos golpeó, el vecino que choco nuestro carro. Pero la vida es así, el resentimiento, la ira y todos esos sentimientos duros, son: Dolor, tristeza, el perdón es: Paz, alegría.
Es momento de perdonar, Jesús nos dijo que era muy fácil querer a los que nos quieren, y que el reto era lograr perdonar y amar a los que no nos aman, ese es el detalle EL AMOR. En la vida decidimos como vivimos, si vivimos llenos de enemigos o llenos de amigos, el mensaje de Dios es muy claro, dice que llevemos la vida en amor, y amor es perdón, pero también es bondad, así que cada vez que tendemos esa “mano débil” a esa persona que la necesita estaremos dando amor, ah, ¿Que esa persona no lo merezca? Esa es otra cosa, eso lo decide Dios, el juzga, nosotros no.
¿Cuántas veces hemos necesitado de una mano y nos la han negado? Muchas, ¿verdad?, ¿Cuántas veces hemos podido ayudar y no lo hemos hecho? Muchas ¿cierto?
Es hora, extiende tu mano izquierda, haz el bien, como dice el dicho: “no mires a quien”, extiende tu mano amiga, ayuda al que lo necesite, tú no sabes quién de esos te va a extender su mano izquierda a ti, ¿crees que el creador te puso en mejores circunstancias que algunos de tus semejantes por azar? ¿Porque eres más bonito o mas simpático? O ¿Sería que le caíste mejor a Dios, que tu vecino?. NO
Debes ayudar tiende la mano al necesitado a pesar de sacrificar un poco de comodidad, dinero o tiempo, no estás en mejor situación por azar, lo estás para ayudar, para perdonar, si no lo haces, atente a las consecuencias de una vida vacía, con dinero pero pobre, con fama, pero vacio.
Llena tu alma de amor de bondad.

¡Ayuda, ayuda que Dios te ve!

Emigdio Castillo Aponte

miércoles, 29 de abril de 2009



La Loca Botella de la Discordia


Ricardo Bulmez.


Recordemos aquella simpática, sencilla y pedagógica película llamada “Los Dioses deben estar Locos”, realizada por Jaime Uys en 1980. Narra la condición del ser humano civilizado en comparación con la salvaje, tranquila y natural convivencia de un poblado bosquimano en el aislado desierto del Kalahari, Sudáfrica. La vida de estos pobladores, con sus tareas tradicionales y juegos infantiles, transcurre en plena felicidad y armonía.

Un buen día, del cielo cae un extraño objeto (una botella vacía de Coca-Cola que ha lanzado un piloto desde una avioneta) que perturba problemáticamente la coexistencia y convivencia de la tribu. A partir de la aparición de esa botella reina el caos en la comunidad. Nadie hablaba de otra cosa sino de la botella y todos querían poseerla; se presentaron grandes discusiones violentas. Las familias y los amigos se dividieron a causa de ese frasco que había caído del cielo. Los miembros de la comunidad ya no compartían entre sí; se olvidaron de sus tareas tradicionales, de sus raíces y de los juegos infantiles. En la comunidad no existía otro tema que el de la botella.

Los gurús decían decepcionados: ¿Los dioses deben de estar locos porque nos envían semejante botella que nos ha dividido y sembrado tanto odio!... Los dioses se volvieron locos?. Y un día ocurrió lo que nunca se pensó: alguien de la tribu atacó con la botella a uno de sus hermanos y corrió sangre.

El cacique se dio cuenta que esa botella no podía venir de los dioses; que los dioses no se habían vuelto locos... que los locos eran ellos mismos. Para solventar el conflicto, uno de los bosquimanos decide entonces entregar el díscolo elemento a los dioses que se lo habían enviado... y lanza la botella a un abismo profundo.

Hasta aquí lo que vimos. Y la película terminó... pero todavía los venezolanos la estamos viviendo. No se quien trajo esa botella de la discordia a nuestro país. No sé si vino en la barca con Colón cuando este llegó a Macuro; posiblemente, fue con el petróleo que nada nos ha costado producirlo. En vez de en un barril, lo metimos en esa botella que divide. Y así nos olvidamos de ser personas para vendernos a la conciencia del tener gratis, sin esfuerzo o por la corrupción. Seguramente, esa botella la encontramos en las universidades que nos alejó del trabajo manual y nos metió en un discurso carente de vida. O quizá en los mítines de tantos políticos que nos han gobernado; y nosotros nos empeñamos cada vez más en elegir al peor. Y, lo más triste, botamos sin elegir ni decidir. O, mejor dicho, la botella decide por nosotros, con voto y todo.

No tengo capacidad de análisis científico para saber quién o quiénes nos metieron esa botella en nuestra mente. Pero, el hecho es que la botella vino de alguna parte y hoy la tenemos entre nosotros. La botella de la discordia es el miedo que nos paraliza para la lucha. La botella de la discordia es la falta de reglas claras. Es cuando permitimos que la politiquería entre en nuestros hogares y en nuestros amigos, y nos llena de odios. Son nuestras fuerzas armadas que tienen más armas bélicas que fuerzas (morales) y defienden un gobierno de turno y no al Estado. La botella de la discordia es no enamorarse firmemente de la libertad y de la democracia, para que nadie nos la quite. La botella Es el odio, el egoísmo y la comodidad cuando entran en nuestras vidas. Las guerras mundiales son unas botellas mundiales.

Dictaba yo una charla a un público abierto. Entre otras cosas dije que las guerras son las acciones más perversas que el hombre puede realizar. Fíjense ustedes cómo se están matando en, en, ¿cómo es que se llaman esos sitios en donde hoy muere mucha gente? ¡Israel y el Líbano! salto uno del público.

¡No, hombre, no! respondí. No sólo en Israel ni en el Líbano muere gente. Los sitios a que me refiero se llaman Petare, El Valle, San Cristóbal, Apure, Machiques. Es decir, Venezuela. Entre el año 2005, y lo que va de este año, han muerto en manos de la delincuencia más de 14.000 personas. Aquí esta nuestra botella de la discordia. En una oportunidad, una anciana de la parroquia me dijo que tenía mucho miedo por la situación que estaba atravesando nuestro país; que estaba rezando para que Dios termine la con la violencia. Le dije: Señora, ¿Dios no se ha vuelto loco como para dividir y sembrar tanto odio entre los venezolanos. Los locos somos nosotros?. Dios no tiene nada que ver con todo esto, ni la Virgen tampoco. Comencemos por nosotros mismos.

Los venezolanos debemos sacar la botella del odio y de la apatía de nuestras vidas. O la arrojamos al abismo o ella nos lanzar? a un futuro incierto. Porque, en cuestiones sociales y políticas que a todos nos conciernen, ser apáticos equivale a odiar. Se vale ser imparciales, pero nunca indiferentes e injustos. Jesucristo dijo: ámense los unos a los otros?. Pero, en vez de escuchar estas palabras, con la botella loca de la discordia en la mano practicamos: ¿ármense los unos contra los otros?.Cada cual tiene su botellita, ¿cuál es la tuya?


miércoles, 21 de enero de 2009



Aprender a fracasar

"El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse", decía el conocido estadista e historiador británico Winston Churchill.

Nadie puede decir que no fracasa nunca, o que fracasa pocas veces. El fracaso es algo que va ligado a la limitación de la condición humana, y lo normal es que todos los hombres lo constaten con frecuencia cada día. Por eso, los que puede decirse que triunfan en la vida no es porque no fracasen nunca, o lo hagan muy pocas veces: si triunfan es porque han aprendido a superar esos pequeños y constantes fracasos que van surgiendo, se quiera o no, en la vida de todo hombre normal. Los que, por el contrario, fracasan en la vida son aquellos que con cada pequeño fracaso, en vez de sacar experiencia, se van hundiendo un poco más.
Triunfar es aprender a fracasar. El éxito en la vida viene de saber afrontar las inevitables faltas de éxito del vivir de cada día. De esta curiosa paradoja depende en mucho el acierto en el vivir. Cada frustración, cada descalabro, cada contrariedad, cada desilusión, lleva consigo el germen de una infinidad de capacidades humanas desconocidas, sobre las que los espíritus pacientes y decididos han sabido ir edificando lo mejor de sus vidas.
Las dificultades de la vida juegan, en cierta manera, a nuestro favor. El fracaso hace lucir ante uno mismo la propia limitación y, al tiempo, nos brinda la oportunidad de superarnos, de dar lo mejor de nosotros mismos. Es así, en medio de un entorno en el que no todo nos viene dado, como se como se va curtiendo el carácter, como va adquiriendo fuerza y autenticidad.
Sería una completa ingenuidad dejar que la vida se diluyera en una desesperada búsqueda de algo tan utópico como es el deseo de permanecer en un estado de euforia permanente, o de continuos sentimientos agradables. Quien pensara así, estaría casi siempre triste, se sentiría desgraciado, y los que le rodeen probablemente acabarían estándolo también.Como decía G. von Le Fort, hay una dicha clara y otra oscura, pero el hombre incapaz de saborear la oscura, tampoco es capaz de saborear la clara. O como decía Quevedo, el que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos.
Por eso, en la tarea de educar el propio carácter, o el de los hijos, es muy importante no caer en ninguna especie de neurosis perfeccionista.
No se trata, por ejemplo, de educar a un hijo para que jamás suspenda o jamás rompa un plato, sino más bien para que se esmere en ser un buen estudiante y procure que no se le caiga el plato; y –sobre todo– para que sepa sacar fuerza de cada error y sea capaz de volver a estudiar con ilusión a pesar de un suspenso, o de recoger los pedazos del plato que se le ha caído.
Porque errores los cometemos todos. La diferencia es que unos sacan de ellos enseñanza para el futuro y humildad, mientras que otros sólo obtienen amargura y pesimismo. El éxito, volvemos a repetir, está en la capacidad de superar los tropiezos con deportividad.
Da pena ver a personas inteligentes venirse abajo y abandonar una carrera o una oposición al primer suspenso; a chicos o chicas jóvenes que fracasan en su primer noviazgo y maldicen contra toda la humanidad; a aquellos otros que no pueden soportar un pequeño batacazo en su brillante carrera triunfadora en la amistad, o en lo afectivo, o en lo profesional, y se hunden miserablemente: el mayor de los fracasos suele ser dejar de hacer las cosas por miedo a fracasar.



Autor: Alfonso Aguiló


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