martes, 22 de abril de 2008



Don Emilio Castillo
A mis primos Castillo dedico


Habían dejado su Ospino natal, su hacienda, sus caballos, sus gallinas, sus vacas… ya todo era cosas del pasado y todo se había perdido. En ese tiempo, para comienzo del siglo 20, vivían en Acarigua. Años después, un día, decidieron venirse a Barquisimeto, la distancia era larga y la carreta se balanceaba con la familia de un lado al otro… La carretera era de tierra, lleno de árboles y el sol resplandecía el camino, y después, de dos días, llegaron a Barquisimeto.

Alquilaron una pequeña casa, y ahí, vivían mis tías Rosa, Susana y Basilía. Trabajaba mi tía Rosa, mi abuela-tía Susana, y vivían los niños Emilio, Dióscora y Rafael, quien años más tarde llegaría a ser mi padre. Cuando mi tía Rosa hacía los quehaceres del hogar, el pequeño Emilio siempre le decía: "Mamá cómprame un carrito", "Cómprame un avioncito", soñaba él, con tener sus juguetes para compartir con sus primos, en medio de personas adultas y trabajadoras… su mamá le respondía: "Cuando seas grande te compraras el carrito"…
Mi tía abuela Susana se ocupaba de su sobrino Rafael, hijo de Florinda. Su madre había muerto de parto el día de traerlo al mundo, y su padre, murió ahogado el mismo día cuando cruzó con su caballo el río, para ir a ver a su hijo y la corriente lo arrastró…
Así fueron los primeros años de ésta familia que había llegado a Barquisimeto en busca de un mundo mejor. Los años pasaron y ya adolescente, Emilio comenzó a trabajar en la "Fabrica de Chimó La Principal". Ahí, aprendió los secretos de fabricarlo y como vino al mundo para luchar y lograr lo que se proponía, lo logró. Abrió una pequeña fábrica de chimó llamada "El Vencedor". Trabajaba toda la familia. En las tardes salía con su bicicleta Raleigh a vender su producción. Pedaleaba y pedaleaba por el Barquisimeto de la década de los cuarenta, con su bicicleta y en la parrilla llevaba una caja de Galletas El Ávila donde transportaba las cuentas de chimó, es decir: los paquetes de tan oloroso y picante producto, y de bodega en bodega vendía su producción. Era elegante, alto y con bigote. Parecía un actor de Hollywood…
Muy pronto realizó sus sueños, se compró una vieja camioneta Chevrolet y llevó a toda la familia de paseo y fuimos a Santa Rosa a ver la Divina Pastora, y luego, nos invitó a comer.
Ya la fábrica comenzaba a crecer, había varios obreros y él mismo, inventaba las máquinas. Ya era un empresario y gran un amante y protector del deporte, sobre todo, del béisbol. Asumió las responsabilidades de patriarca de toda la familia y cuando alguien de nosotros caía enfermo, inmediatamente, mandaba el doctor, o nos internaba en la clínica. Toda la familia teníamos la autorización de buscar los remedios en la farmacia.
Crecía como persona. Tenía una visión en lo que comenzaba a realizar. Fueron llegando los hijos y fue un excelente padre. Cambiaba de carro cada año y se vestía elegantemente y con su mirada hizo vibrar muchos corazones.
En la década de los cincuenta llegaron muchos italianos al país. Abrieron panaderías y fábricas de pastas, entre ellas, de espaguetis, y como nació para triunfar, estaba atento a todo lo que pudiera mejorar su producción. Un día, observó como salían los espaguetis de una máquina que comprimía la masa de harina. Compró una máquina de hacer espagueti para hacer la prueba. La modificó y colocó una gran bola de chimó y salieron "espaguetis de chimó", y así, dejó de hacer las barritas a mano.
Los años fueron pasando. La fábrica seguía creciendo y había muchos obreros y comienza el proyecto de hacer la pasta del chimó a partir de las hojas del tabaco y sal de urao… y logró, hacerlo.
A veces lo veía montado en un camión, el cual, venía cargado desde los llanos con ese líquido negro, parecido al petróleo. Probando y destapando las taparas que contenían la base para fabricar el chimó; elegantemente vestido y testando como un gran catador de vino, ese producto espeso, amargo y oscuro.
La fábrica era un lugar con un olor muy fuerte y penetrante y, a veces insoportable, ya que cuando uno llegaba nos hacía llorar a los que no estábamos acostumbrados. Olía a vino, tabaco, chocolate y otros ingredientes de la fabricación. Un día me dijo: "Quiero que me dibujes una máquina que necesito," Me explicó lo que quería, y cuando le llevé el dibujo me invitó para que lo acompañara a Nueva York a mandar a hacer la máquina , así, fue como yo admiré y miré los primeros Picassos y el arte moderno. Regresamos del viaje, y me dio una beca para que yo me fuese a vivir a Caracas.
Como familia, es una de las personas que he conocido, para quien el grupo familiar tenía un gran valor. Era sagrado su grupo familiar. En los últimos años, quería traerse todos los restos de los antepasados de los que estaban enterrados en Acarigua y Ospino, Tenía en gran valor la pertenencia a la familia. Pero, no era, solamente la familia, los sábados en la tarde pasar por la fábrica era un espectáculo de ver todas esas personas que pasaban a buscar la ayuda económica: uno para el doctor, otros, los remedios, y algunos, para comer…
Nosotros compartíamos mucho con él, es decir, mis padres, mi hermano, las tías y los primos formábamos una verdadera familia. Hay días que siento una gran nostalgia por mis tías, mi primo y padrino Emilio, y por mi abuela- tía Susana que me dio todo lo bello y una sonrisa inolvidable…y mi padre, a quien le debo lo que soy.
En las tardes, se dedicaba a tocar guitarra, a veces, cuando yo pasaba a visitar a mis tías, lo oía interpretando los valses venezolanos y piezas clásicas, ese interés por el arte lo compartía, también, con el deporte, ayudando a todas las delegaciones cuando tenían que ir a competir en otros lugares. Fue presidente de I.N.D, (ad honóren) en Lara. Gerente Administrador de "Los Cardenales", años 69 al 71. Tuvo un equipo de ciclismo llamado "El Vencedor", como también, varios equipos de béisbol.
Unió con lazos muy fuerte, con amor y cariño a toda la familia. Aquella frase de mi tía Rosa cuando él, le dijo:" Mamá cómprame un carrito"- en aquel momento, ella le respondió: "Cuando seas grande te compraras el carrito". Lo había logrado, ese sueño se había hecho realidad. Compró los mejores, y más bellos carros, se metió en el mundo de los hoteles, construyó edificios, a la familia le ayudó a construir sus casas, protegió al deporte, quiso y ayudó a sus amigos, amó a sus hijos y dejó un bello recuerdo en la mente y en los corazones de muchas personas…
Y un día, cuando estaba despidiendo en el aeropuerto a un grupo de deportistas, un dolor en el corazón lo hizo abandonar este mundo…murió a los 63 años, dejando un gran vacío.
Era el 25 de Abril de 1981, a su entierro asistieron muchas personas de todos los estratos sociales, para decirle adiós, a un hombre, a un señor que tenía el honor de ser gente, a un "gentleman" venezolano, por eso se ganó el título de "Don Emilio Castillo", y en mi memoria están guardadas las imágenes cuando yo pasaba por el Club Ayarí, y lo veía en medio de sus amigos jugando dominó, o bien, cuando lo encontraba probando ese liquido negro… hoy, lo recuerdo, como un integrante de mi familia que supo ganarse el cariño, no solamente de nosotros: su sangre, sino de muchas personas que de una manera sincera le brotaron lágrimas… el día que se fue Don Emilio; para esa época yo vivía en París… yo sentí una gran tristeza…



Esteban Castillo | Estebancastil26@hotmail.com

Tomado de: elimpulso.com

Gracias primo tus primos te queremos!

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